Si bien el pádel, como todos sabemos, nace en México por obra y gracia de Enrique Corcuera, contratista aficionado a la pelota vasca y al frontón, que colocó dos paredes en los fondos de su pista de tenis para evitar que la invadiera la vegetación. En los años 70, Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, príncipe y promotor inmobiliario en la Costa del Sol y fundador del Marbella Club, lo trae a España y añade a la pista unas rejas metálicas en los laterales para que no se escaparan las pelotas. Y en los 80, los veraneantes bilbaínos de la localidad malagueña, copian la idea y llevan el pádel al Golf de Neguri (Guecho, Vizcaya), y lo ofrecen a sus socios como una actividad deportiva más de la sociedad deportiva. Lo mismo hacen en Guipúzcoa, clubes de golf como el de Hondarribia e Irún.
A partir de entonces, es tal la expansión del pádel, sobre todo entre las élites económicas, que en 1988 se celebra el campeonato hispano-argentino y, en Francia, se piensa ya en la posibilidad de organizar un mundial. “Que si los españoles que si los argentinos, pero nadie se decidía a organizar el primer Mundial”, recuerda Julio Alegría Artiach, empresario vizcaíno asiduo de Marbella y pionero e impulsor del pádel en el País Vasco, España y a nivel internacional.
Pero de nuevo, un grupo de bilbaínos con Julio Alegría a la cabeza, son los primeros en dar un paso adelante y el 11 de noviembre de 1991, el Gobierno Vasco reconoce el pádel como deporte y, en enero de 1992, se constituye la Federación Vizcaína de Pádel, la primera federación del mundo y de la que Alegría es el presidente. La española, con Concha Galatas como cabeza visible, funcionaba, por entonces, como asociación y se constituiría como federación nueve años después.
Con Alegría, también fundador y presidente de la Federación Internacional de Pádel al frente, se apuesta por 1992 y por la Exposición Universal de Sevilla, como año y sede del primer mundial de la nueva modalidad deportiva. Nadie les cree capaces de organizar un evento de tal magnitud en tan poco tiempo, pero finalmente el mundial se organiza con sedes en Madrid (del 21 al 24 de septiembre) y Sevilla (25 al 27 de septiembre), disputándose la fase final y la final en el pabellón de Argentina de la Expo, con Beefeater como patrocinador y el entonces príncipe Felipe como presidente de honor.
“Me puse cabezón y conseguimos sacar adelante el Mundial. Al principio, nadie se creía que seríamos capaces de organizarlo en tan poco tiempo, pero gracias a Beefeater, espónsor del circuito español que lo gestionó Galatas, y al espaldarazo de nuestro presidente de honor el príncipe Felipe conseguimos llevarlo a término”, recuerda Alegría.
La marca de ginebra pone 10 millones de las antiguas pesetas con los que se cubrieron una serie de gastos, pero se tenía que pagar 800 mil pesetas más, “que las puso Arturo Jiménez, el director del Mundial, un fuera de serie y jugador extraordinario, y que luego recuperó”, para sacar de la aduana sevillana la pista de cristal que se trae de Argentina, porque allí ya se jugaba en ella. “Era un invento de Jorge Galeote y, claro, los argentinos que ya eran profesionales, la mayoría, jugaban en pistas de cristal”. “Las pasamos canutas, pero se hizo”, confiesa Alegría.
Eran ocho los equipos participantes. Argentina, Uruguay, Paraguay, México, Francia, Gran Bretaña, Italia y España, a los que se suman dos parejas, una de Brasil y una de Chile. 180 jugadores en total se inscriben para disputar la fase previa que se juega en el club de Golf La Moraleja de Madrid y en pistas de muro y suelo de hierba. A Sevilla, donde ya se jugaría en pista de cristal y suelo de goma, llegan sólo los clasificados para la fase final (semifinales y final), y cada jugador se paga lo suyo. “Pero a pesar de todo el campeonato fue todo un éxito”, subraya el hoy presidente de honor de las federaciones vizcaína y vasca.
El Mundial se juega en categorías femenina y masculina en las modalidades de campeonato por selecciones, y abierto por parejas. Y Argentina, se consagra como la primera campeona del Mundo de Pádel, tanto en hombres como en mujeres, venciendo en ambas finales a España. “Los argentinos jugaban con ventaja aquellas primeras finales mundiales, porque ellos sí estaban acostumbrados a jugar en pista de cristal y nosotros no. Pero qué se le va hacer, había salido y había sido un gran campeonato”, se conforta Julio Alegría.
Los argentinos serían los encargados de organizar dos años después en Mendoza el segundo mundial en el que se pulieron algunos defectos vistos en el de España, pero hubo otros. “Los argentinos se quejaron en España de la hotelería y de las pistas” -rememora Alegría- “Y eso cuando en la Moraleja había 6 pistas, todas de muro y suelo de hierba y, en cambio, en Mendoza sólo hubo 4 de muro y con tres suelos distintos, y 1 de cristal y suelo goma”. Y así hasta el año en curso, en el que del 31 de octubre al 5 de noviembre y, en Dubái, se disputará la 16ª edición del Campeonato Mundial de Pádel que contará con 38 selecciones masculinas y 34 femeninas.